La autocrítica cuando se hace desde las propias causas que decidimos liderar, tiene fundamento en lo que se proyecta y no es una salida fácil para quienes consideran esta decisión como impopular y falta de ética.
El acuerdo nacional invita a la reconciliación de la sociedad, y lograr entre todos un perdón social donde no existan vencedores ni vencidos, eliminar la violencia sistemática en la forma de hacer la política y sacar adelante las reformas que necesita el país para su desarrollo. Sin embargo, no están embarcados todos los actores que allí deben confluir.
Daré unos ejemplos para resaltar la grandeza de unos pocos o de uno solo para alcanzar un acuerdo nacional.
El Mono Mancuso y sus colegas en la guerra, le hicieron tanto daño al país defendiendo intereses personales y de sus estructuras paramilitares, narcotraficantes y terroristas; éste ha demostrado voluntad y al decir la verdad de la guerra después de 18 años de cárcel, Mancuso está reconociendo el grave daño que les hizo a las víctimas y al país, habiendo perdido toda ética, y toda moral. Hoy se nota la autocrítica para reconocer tanta barbarie y querer vivir en paz.
Por esta razón, algunos personajes de la política nacional, empresarios, políticos y militares, deben participar, al llamado de un acuerdo nacional, para que se pare el derramamiento de sangre, no oponerse a la construcción de la paz, resistirse temerariamente al negacionismo y la contrariedad a quien ha propuesto esta iniciativa nacional de unidad. Deben autocriticarse para salir del marasmo de la violencia.
A pesar de esas voluntades que tienen los exguerrilleros y exparamilitares para esclarecer la verdad, me temo mucho que un acuerdo nacional donde Álvaro Uribe de manera heroica vaya a un tribunal de justicia a reconocer que él trasgredió todo los límites constitucionales y legales, que ha perpetuado la violencia sistemática que vive el país en las últimas tres décadas, intentando defender al país de guerrillas, no pensó nunca, que el paramilitarismo se le saliera de las manos.
Eso quiere y daría esperanzas a un nuevo país, sabiendo que ha sido el mayor beneficiado de la cooptación al poder judicial, violando el estado de derecho con jueces politizados que de manera irreflexiva se ponen del lado de los políticos que los nombran, inevitablemente descartan los antecedentes y la tensión para alcanzar resultados predeterminados, insistiendo con ello, la cultura ordenada de impunidad y corrupción existente.
Esa autocritica está por verse si este señor da un salto a la verdad, daría un nuevo aire a la democracia colombiana, de lo contrario será un acuerdo nacional incompleto.
Testimonialmente hay muchas cosas evidentes contra el señor Uribe.
Sin embargo, no ha habido por parte de la ciudadanía una sanción social.
Distinta es la demostración moral y ética, estén o no de acuerdo, la grandeza para reconocer públicamente faltas adaptadas a una cultura impuesta llamada corrupción, que no tolera y rechaza un ciudadano líder y dirigente de mayorías populares, ofrecer disculpas públicas de algo que ha cometido y no está dispuesto a hacer, porque su lucha política en contra de la corrupción no puede ser mancillada por personajes inescrupulosos filtrados de una banda criminal expertos en desfalco del erario, dice mucho de la calidad humana y de estadista, como la del Presidente de Colombia. Qué grandeza.
Qué grande son los hombres que por sus buenas acciones los conocereis.
Mientras otros callan por falta de autoridad moral y civil para reconocerlo, negarse a decir y no reconocer la verdad es de ruin y mezquinos.
Por. Edvards Mercado
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